domingo, 23 de junio de 2013

19. El diario.

A partir de ese día, empezó a gustarme de verdad Paris.

Sólo quería caminar hasta que me dolieran los pies, a veces correr, a veces andar, a veces simplemente huir.

Paris para mí era grande, como mi corazón, y puede que no tan diferente a él. Paris y sus partes bonitas, mi corazón y sus partes bonitas. Paris y sus partes oscuras, mi corazón y sus partes oscuras. No tan diferente.

Tuve suerte de que mi vida girara en una dirección bastante afortunada, y todo gracias a un diario.

Estaba sentada en una terraza, tomando una café acompañada de una soledad que buscaba todos los días antes de las cinco de la tarde.

Cuando terminé el café me puse a leer "Temblor", todos aquellos personajes me daban envidia, no sufrían como yo, sino de una forma con la que se podía curar cualquier herida.

Entonces lo vi, era precioso, encuadernado en tapas de cuero marrón desgastado, qué poético, como de película. Alguien se lo había dejado en aquel banco tan solitario. ¿Por qué no cogerlo? ¿por qué no buscar al propietario? ¿tengo algo que hacer? No. Pues venga.

Me acerqué al banco y lo cogí, no me atrevía a abrirlo, tal vez fuera personal, pero según lo cogí se cayeron algunas fotografías del interior.

En las fotos aparecían animales, flores, amaneceres y atardeceres, algunas sonrisas y algunas lágrimas, un charco de agua en el suelo, un pájaro en un árbol, una nube sobre el sol... y una chica. Ésta estaba sentada en un banco tenía un ramo de flores en el regazo. Sonreía, era muy feliz.

Guardé las fotos en el interior de aquel cuaderno posiblemente muy personal. Por si acaso miré a mi alrededor, tal vez el dueño siguiera por ahí y lo estuviera buscando, pero nadie parecía haberse percatado de mi hallazgo, así que me fui a casa a recibir mi primera clase de apoyo.

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