Hace un par de días, paseando por el barrio con Nora, nos fuimos por un callejón, hacia una tienda muy chula que estaba escondida. Sin querer nos desviamos un poco y llegamos a una calle más ancha con algunos bares; Eric estaba allí. Me acerqué para saludarlo, pero me quedé cuando me di cuenta de que una chica le cogía de la mano.
Me quedé muda.
Me dije a mí misma que me tranquilizara, podría ser perfectamente una prima suya.
Pero luego la chica se acercó a él y le besó y luego le abrazó, se fueron abrazados, Eric mirándola como cuando me mira a mí, pero cuando lo volviera a hacer ya no sería lo mismo, me había comprado, vendido, y vuelto a comprar.
Todo se me nubló, Nora me agarró y me llevó al interior de un bar sin ser casi consciente, no volvería a decirle ni una palabra, no después de que me dijera que yo era su tesoro, que no tenía ojos para nadie más, que yo era su cenicienta, su amanecer, su andén del amor.
Y ahora su traición.
Me puse a llorar en silencio, un silencio horrible, como aquél en el que se sumió mi casa cuando se murió mi abuelo.
Mis lágrimas brotaron, de lo demás no fui consciente.
Aquel día, no volví a mi casa hasta las tantas, me quedé llorando, con las piernas colgando por el puente de los candados, donde Eric y yo habíamos puesto el nuestro, cogí una piedra y empecé a romperlo, y luego lo guardé como un recuerdo de que el amor puede ir pintado de dolor.
Cuando llegué a mi casa, pasé de todo el mundo, me encerré en mi habitación y borré a Eric de mis contactos, lo borré del whatsapp, borré de todo lo que pude de él, pero cuando llegué para borrarlo de mi corazón no fui capaz.
Cuando me puse a leer un libro que tenía pendiente, me di cuenta de que no se borraría de ahí nunca, porque ese había sido mi amor primerizo...
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