El diario seguía guardado en mi habitación pero había ido a poner un aviso en la comisaría por si preguntaban por él.
Los acontecimientos fueron a mejor y mi humor definitivamente mejoró un viernes por la tarde. Acababa de salir de casa de Nora porque habíamos quedado para comer, y ¿a quién me encontré? a el malnacido al que un día lloré: Eric.
Acababa de salir del edificio cuando le vi corriendo hacia mí, desde ese momento ese día parecía perdido.
-¡Bell!
-Hola Eric.
-Bell, hace mucho que no te veía, ¿dónde has estado?
-Estaba ocupada olvidándote.
-Pero, ¿qué dices?
-Mira, deja de fingir, te vi con esa chica el otro día, estoy harta de mentiras.
-Ah, bien, lo reconozco, pero ¿qué hay de ese macarra que se pasea por tu casa casi todods los días?
-Es José, y es mi profesor de refuerzo de matemáticas, no hay nada entre nosotros, si no me crees pregúntale a mis padres.
-Oh-desde luego estaba dolido-bien, pues adiós.
-Una última cosa, que sepas que lo nuestro, pasó a mejor vida, ni siquiera me has pedido perdón, creí que era verdadero, pero como ya veo era una farsa, gracias por aclarármelo.
-Tienes razón, perdón-contestó aún que nada me haría cambiar de opinión-siento lo que pasó, había bebido mucho y...
-Entonces,-corté tajante-si realmente no querías que sucediera esto, no haber bebido.
-Tienes razón, la tienes en todo, por eso me enamoré de ti, por eso quiero que volvamos.
-Lo siento, pero esto no funciona así, yo soy la que ha sufrido y ahora esperas que te perdone así como así,-aclaré-lo siento pero no, adiós Eric, si no somos capaces de ser amigos lo mejor será que me olvides, yo ya lo he hecho.
-Bien, pero voy a seguir insistiendo, ya verás como me perdonarás y volverás conmigo.
-No Eric, yo ya he encontrado mi camino.
Me di la vuelta y me marché. Gran conversación la nuestra, muy satisfactoria para mi parisino corazón, con sus partes buenas y sus partes oscuras.
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